¿Qué es la Interseccionalidad? Es el estudio de las intersecciones entre las formas o sistemas de opresión, dominación y discriminación, en términos técnicos.
La urgencia de este concepto -que puede parecer bien vago- la extraeremos de ejemplos ilustrativos, para mostrar la necesidad -tan dejada de lado- de comenzar a validar e integrar diversas formas de lucha, las cuales no han tenido, para las teorías principales, el peso que en realidad poseen.
Que una persona negra viva en condiciones precarias -más aún, inhumanas-, todavía concentrados en las zonas pobres de las ciudades no estriba inicialmente de un problema de clase, sino que de raza. La historia de las personas de color (término usado por las mismas razas/etnias para referirse a sí mismas y diferenciarse de las personas blancas), sobre todo la de la raza negra, nos muestra un modo de explotación que no puede explicarse con el análisis normal de la lucha de clases. Luego de la esclavitud, luego del apartheid (al menos nominalmente), los negros continúan viviendo en guetos, continúan sumidos en la pobreza debido al racismo y al colonialismo. Los “Pueblos originarios” de Nuestra América, muchos totalmente exterminados, sufren condiciones similares, basta con notar que las mayores tasas de pobreza se encuentran en la Araucanía, donde el robo de tierras y el constante asedio por un Estado terrorista es una constante; o el caso de los Aymaras, a quienes las grandes mineras les roban el agua desviando sus cauces naturales o agotando las reservas subterráneas, nuevamente reforzando la doble o a veces triple explotación de los Pueblos.
Que la mujer sea tratada -como dijeran Los Prisioneros- como “ciudadano de segunda clase”; que sea tratada como un objeto; que tenga un rol definido a fuego como la obligación social de la maternidad, del cuidado del hogar, de los niños, ancianos y enfermos; que tenga un rol pasivo frente al hombre proveedor (y si trabaja: doble jornada laboral; su trabajo fuera del hogar y el trabajo doméstico); y muchas variables más, no estriba inicialmente de un problema de clase, sino que de género. La derrota histórica del género femenino -el consenso histórico lo liga a la sedentarización en el neolítico- vino a instaurar un sistema de opresión sistemática a la mujer y todo lo que sea socialmente considerado como “femenino”.
Lo anterior no quiere decir que sean inexistentes las diferencias en configuraciones y niveles de explotación de clase -una mujer burguesa claramente tiene más privilegios que una mujer obrera-, las problemáticas mencionadas tienen varias de sus consecuencias en explotaciones de clase, no obstante es errado anunciar, como ha venido haciendo la izquierda desde tiempos inmemoriales, que la problemática de clase sea el principal articulador de explotaciones y opresiones y por ende la gran y primera prioridad revolucionaria. El génesis de la opresión/explotación de género y de raza recae en el patriarcado y la supremacía blanca, respectivamente. Adrede me estoy saltando las variables culturales e históricas que configuran de manera más fina este trazado en pos de no escribir un artículo ilegible, pero podemos definir tres pilares fundamentales desde donde provienen las problemáticas que enfrenta la humanidad: la clase, el género y la raza.
El ser una persona con intenciones revolucionarias, sea aquélla de la clase trabajadora o no, crea una posición bastante cómoda para declarar que la lucha de clases es la lucha primera para llegar al Socialismo, sobre todo siendo hombre. Como sucede con cada idea hegemónica o naturalizada el cuestionarla siempre causa resquemores, pero ello no ha de sorprendernos, puesto que son hombres blancos occidentales quienes han escrito la Historia y quienes la han teorizado. Es abrumadora la abundancia teórica del Marxismo y otras corrientes de intención revolucionaria, pero ésta se queda corta al momento de analizar las variables de género y raza, dejándolas en un segundo plano, o lisa y llanamente negándolas. Sí, se han hecho análisis e intentado teorizar sobre problemáticas más allá de la clase, como Engels en “La sagrada familia”, pero estos análisis suelen quedarse cortos al momento de intentar aprehender las reales causas y consecuencias específicas del género y la raza y la totalidad de la estructura del sistema opresor. Las principales teorías de intención revolucionaria fueron hechas al calor de las revoluciones europeas o en época de guerra fría, muchas quedándose en los mismos cánones ortodoxos de épocas que poco tienen que ver con nuestros innumerables contextos culturales e históricos. Hace rato que es momento de quitarse la venda de los ojos que las luchas y corrientes históricas lamentablemente han puesto sobre el "mainstream" revolucionario. Se dijo desde siempre que la entrada masiva de la mujer al mercado laboral iba a generar las condiciones para su emancipación, sin embargo hoy es posible argumentar lo contrario. Es necesario insistir en quienes desarrollan las teorías de intención revolucionaria; además de hombres, son intelectuales que muchas veces son ajenos a muchas luchas dadas fuera de la academia, debido a su aparente lejanía o su estatus de "minoritarias".
Ahora, miremos el mundo desde la óptica de la mujer negra. Está sumida en la miseria generalizada debido a su raza, basta con ver las estadísticas estadounidenses para pensar que la mujer negra es casi inherentemente de clase baja; está sometida violentamente a los designios del género masculino, siendo ella la madre soltera que cría 4 hijos o más en una vivienda social. El mismo ejercicio es aplicable desde el Pueblo Mapuche, las comunidades Aymaras, los inmigrantes en nuestros barrios.
Mientras más brutalizado y sometido a la ignorancia está el hombre, más violenta es su expresión del patriarcado. Y aquí me detengo en un punto que ilustra por qué el género es tan importante como la raza. Suele ignorarse que todo hombre tiene el privilegio de ser precisamente eso, un Hombre, independiente de cualquier variable; ni su clase, ni su raza, ni siquiera su orientación sexual (hilando un poco más fino) puede llegar a quitarle ese privilegio. Y si aún no es evidente cuál es este privilegio, basta con salir a la calle y fijarse en aparentes nimiedades; vestimenta, publicidad, sexualidad, etc.; como leí por ahí, “un hombre sale a la calle con miedo a que una mujer lo rechace; una mujer sale a la calle con miedo a que la violen o la maten”.
Ahora, rotemos un poco la mirada hacia una mujer negra viviendo en condiciones de inexistencia de clases sociales. Podemos imaginar que de todas maneras se hallará en un mundo donde es lanzada hacia un lado por no ser blanca, de todas maneras estará inmersa en un mundo de hombres, disminuida material y simbólicamente por ser mujer. Para ella la clase no es el dilema principal, siempre ha sido o esclava o pobre. Una mujer negra de clase alta -para usar un ejemplo ilustrativo, pensemos en una Beyoncé- sigue sumida en un ambiente brutalmente violento, sometida siempre al escrutinio masculino por cómo es su figura, por si se comporta “femeninamente” o no, por si está bien maquillada; incluso, su imagen es blanqueada -revistas exitosas muestran mujeres blancas en todo su esplendor, con su brillante y colorida ropa, mientras que cuando toca mostrar a una mujer negra la colocan en blanco y negro, con el tono lo más cercano posible al blanco. Con el dinero, viene el blanqueamiento, tanto de la imagen como de la cultura. Los pueblos negros tienen su propia expresión cultural; un lenguaje propio -en inglés, con una gramática que haría llorar a cualquier noble ilustrado de peluca blanca-, tiene formas de vestirse, de distinguirse frente a la cultura hegemónica, formas de actuar, formas de socializar. El “ascenso social” elimina la cultura, la blanquea; sin embargo, por muy blanca que se comporte, jamás será vista como una igual, ni por sus pares de clase ni por los hombres ni por los pobres: sigue siendo negra, sigue siendo mujer.
Podemos hacer un ejercicio similar al situarla en un contexto de igualdad racial o de género; en ambas situaciones no deja de verse oprimida o explotada por las otras dos variables. Es así como se ve la necesidad urgente del feminismo, más urgentemente del feminismo negro, del feminismo indígena, del feminismo anticolonial. Es imposible ser un revolucionario sin ser feminista, y viceversa, ¿o acaso existe un actuar que pretende emancipar a cada ser humano que no integre al Feminismo? No es la clase la variable que articula las explotaciones y opresiones. Son las tres nombradas -raza, género y clase- las que se articulan entre sí, ninguna siendo independiente de la otra. El sistema impuesto en el mundo es el Capitalismo; es el Patriarcado; es la Supremacía Blanca.
Si la práctica y la experiencia revolucionaria no es interseccional, lo digo tajantemente: no sirve, no emancipa a cada ser humano en todas sus dimensiones. ¿Qué sería de la indígena transexual? ¿Qué sería de la negra lesbiana? La mentalidad occidental -blanca- ha permeado y permea nuestro pensamiento y nuestra ideología. Es por ello, compañerxs, que no podemos caer en la falacia de afirmar que la lucha de clases es la lucha prioritaria y principal, ya que probablemente una mujer hindú; una musulmana; un homosexual condenado a muerte en Somalia, en Mauritania, en Nigeria; tengan una opinión bastante divergente, la cual no podemos ignorar debido a la comodidad de la ortodoxia y del pensamiento masculino, blanco y occidental.
Ulises Zepeda, militante de nuestro colectivo.